
15 de Enero - 13:32 hs. En la oficina. En el horario de almuerzo. Leyendo mis blogs amigos. Tranquila. Con vida.
El hombre... un punto imperceptible en la inmensidad del tiempo. Y aún conociendo esto, mantiene su empeño en creer que tiene "toda" una vida por delante. Y así nos pasamos la vida posponiendo la mayor cantidad de cosas posibles: ser mejores en otro momento, estudiar el año que viene, tomarnos un descanso el "siguiente" fin de semana largo, salir con la familia "cuando los días estén más lindos"... Y en el medio nos olvidamos de abrazar, de decir te quiero, de apreciar la gloria de la creación en un amanecer, de mirar a los ojos a esa persona que llena nuestra existencia, descubrir su alma, darle un beso...
Pero el destino a veces decide a la fuerza hacernos valorar. Nos muestra nuestra insignificancia, nuestra efímera existencia. Las décadas con las que especulamos, de un momento a otro se pueden transformar en una ajustada cuenta regresiva. Y en un último respiro, exhalamos nuestros planes y sueños hacia el cielo, formando nubes que dejarán caer lágrimas saladas y silenciosas sobre el mar. Secretos nunca revelados, palabras nunca dichas...
Hoy, cuando en mi almuerzo me encontraba inmersa en la lectura de este mundo que compartimos, un hombre entró a la oficina empuñando un objeto que con un simple movimiento, podría haberme herido, o matado. En pos de su afán por adquirir gratuitamente, aquello que los demás ganan trabajando con esfuerzo, juega a ser dueño de mi vida, apuntando a mi cabeza, aterrorizando mi corazón.
Y así, en esa escena de tensión, llegan a mi mente todas aquellas cosas que no hice, y algunas que hice, que harían de mi muerte una pena y de mi desperdicio del tiempo, un error desprovisto de redención.
Toman lo que buscaban. No me lastiman el cuerpo, pero ensombrecen mi alma. No se llevan ningún objeto mío, pero me roban ingenuidad y buena fe. Se van impunemente llevando aquello que para ellos tiene mayor valor que el riesgo de jugar con la vida de otras personas y sus respectivas familias. Se van, pero quedo con su imagen en mi retina, con el temblor de la vulnerabilidad y con ese gusto amargo del temor...
Quería compartir con ustedes esto que viví hoy. Porque pensar que todo puede acabar de un momento a otro no está mal, si nos hace realzar el valor de la vida. El tiempo es hoy, ahora... me encanta esa frase. Es simple, pero en pocas palabras enuncia aquella única cosa que ciertamente tenemos... este momento. Aprovechémoslo. Seamos buenos merecedores de este regalo que se renueva cada día... LA VIDA.
Gracias por pasar! Son importantes para mí.